lunes, 24 de marzo de 2014

Personas en Lleida (blogueando mientras empieza un curso).

El soldado Eric en Lleida


Desde los 13 años o pocos más lo que escribió George Orwell (Eric Brian) me viene gustando mucho (de tanto en tanto lo releo). Eran y son (por supuesto) escritos, historias, relatos, cuentos que me contaban cosas que parecían fáciles e irreales. Ay!

En 3º D la seño de inglés, Mª Teresa Martínez, entonces PNN, nos hizo leer "Animal Farm" (en inglés ¡qué cosas!, también hicimos Muffins :-) y nos los comimos xD)

Casi no recuerdo nada de aquella lectura pero sí que empecé a comprar todo lo conocido de Orwell (en castellano):

Subir a por aire, Sin blanca en Londres y en París, 1984 y alguna más.

No compré Homenaje a Cataluña por alguna razón ignorada que ahora, años después igual acierto a intuir ;-) no estaba a la venta (?!) aun.

Hacia los 90 y más de 5, una compañera -amiga- de inglés (Carme Aguiló, la de los pósters "Arriba y abajo") me dijo que Orwell había estado en el Hospital Provincial y que tenía inscripción (creo recordar que la ví -la inscripción-) pero ahora ya no. Cosas que pasan.


Mientras #ABPmooc_intef se hace "de rogar"
os dejo unos párrafos que hacen que esté orgullosa de mi ciudad.

Ahí van, espero que os gusten.

Eric Blair (George Orwell)


Jardines del Hospital de Lleida - 1945

George Orwell

Homenaje a Cataluña

 Capítulo XII


"Estuve cinco o seis días en Lérida. Era un gran hospital, con enfermos y heridos civiles y militares, más o menos mezclados. Algunos de los hombres de mi sala tenían heridas graves. En la cama vecina a la mía un joven de cabello negro tomaba un medicamento que daba a su orina un color verde esmeralda. Su orinal de cama constituía uno de los espectáculos de la sala.


Un comunista holandés, al enterarse de que había un inglés en el hospital, se me acercó trayéndome periódicos ingleses y hablándome en mi lengua. Había resultado gravemente herido en los combates de octubre y se las había ingeniado para establecerse en el hospital de Lérida y casarse con una de las enfermeras. A causa de las heridas, una de sus piernas se había encogido tanto que no era más gruesa que mi brazo. Dos milicianos de permiso, a quienes había conocido durante mi primera semana en el frente, acudieron al hospital a visitar aun amigo herido y me reconocieron. Eran muchachos de unos dieciocho años. Permanecieron de pie junto a mi cama, incómodos, buscando qué decir y luego, para demostrar que lamentaban lo de mi herida, sacaron de súbito todo el tabaco de sus bolsillos, me lo dieron y desaparecieron antes de que pudiera devolvérselo. ¡Qué gesto tan español! Más tarde descubrí que no podía conseguirse tabaco en toda la ciudad y que me habían dado la ración de una semana.

Al cabo de unos pocos días pude levantarme y caminar con el brazo en cabestrillo; por alguna razón, me dolía mucho más cuando lo tenía colgando. Sentía, además, un intenso dolor interno por el daño que me había hecho al caer y me había quedado casi del todo sin voz (1), pero nunca tuve un segundo de sufrimiento debido a la herida de la bala.

Parece que esto es bastante corriente. El tremendo impacto de una bala impide toda sensación local; en cambio, un fragmento de bomba o de granada, que es irregular y a menudo golpea con menos fuerza, debe de producir un dolor agudísimo. El hospital contaba con un agradable jardín en el que había un estanque con peces de colores y unos pececillos de color gris oscuro -albures creo que eran-. Solía sentarme a observarlos durante horas.

La manera de hacer las cosas en Lérida me permitió conocer el funcionamiento del sistema hospitalario del frente de Aragón; no sé si era igual en los demás frentes.

En ciertos aspectos, los hospitales eran muy buenos. Los médicos eran capaces y no parecía haber escasez de medicinas y equipos. Pero padecían dos defectos importantísimos, a causa de los cuales murieron cientos o miles de hombres que podían haberse salvado.

Almacén Farmacia
Despacho Farmacia

Uno de ellos era el hecho de que los hospitales cercanos al frente eran utilizados como centros de distribución de heridos. En consecuencia, uno no recibía tratamiento alguno, a menos que la gravedad de la herida impidiera el traslado.



Sala de curas
En teoría, la mayoría de los heridos iban directamente a Barcelona o Tarragona, pero debido a la falta de transporte, a menudo tardaban una semana o diez días en llegar a destino.

Se los tenía rodando por Siétamo, Barbastro, Monzón, Lérida y otros lugares, sin recibir ningún tratamiento, excepto un ocasional vendaje limpio. Hombres con heridas atroces o huesos aplastados eran envueltos en una especie de funda a base de vendas y yeso; en la parte exterior se escribía con lápiz la descripción de la herida, pues por lo general la funda no se retiraba hasta que el hombre llegaba a Barcelona o Tarragona, diez días después.
Resultaba casi imposible examinar la herida en esas condiciones; los pocos médicos no daban abasto con el trabajo y se limitaban a pasar rápidamente junto a cada cama diciendo: «Sí, sí, lo atenderán en Barcelona». Siempre había rumores de que el tren-hospital partiría hacia Barcelona mañana.


Si habéis llegado hasta aquí... estoy segura que hacían lo que podían y bien sabían.
No reniego de ellas :-)

El otro defecto radicaba en la falta de enfermeras competentes. Evidentemente en España no había suficientes enfermeras con formación, quizá porque antes de la guerra eran las monjas las encargadas de esas tareas. No tengo quejas de las enfermeras españolas; siempre me trataron con extrema bondad, pero no cabe duda de que eran sumamente negligentes.


Ains! :-/

Todas sabían tomar la temperatura, algunas podían hacer un vendaje, y nada más. De esta incompetencia resultaba que los hombres demasiado enfermos para valerse por si mismos a menudo eran objeto de un vergonzoso descuido.


¿Habría excusa para ser un poco "marranillas"?
No se...

Las enfermeras dejaban que un paciente estuviera con diarrea durante una semana, y rara vez lavaban a quienes estaban demasiado débiles como para hacerlo solos. Recuerdo a un pobre miliciano con un brazo destrozado que me contó que había estado tres semanas con la cara sucia. Hasta las camas se quedaban a veces sin hacer durante varios días. La comida, en cambio, era buena en todos los hospitales, quizá demasiado buena. En España, más que en cualquier otra parte, parecía continuar la costumbre de atiborrar a los enfermos con pesadas comidas.

Ni aun hoy, hemos aprendido.
Lo siento.

En Lérida, las comidas eran pantagruélicas. A las seis de la mañana servían un desayuno a base de sopa, tortilla, guiso, pan, vino blanco y café; y el almuerzo era aún más abundante -y esto en una época en que la mayor parte de la población civil padecía carencias alimenticias-. Los españoles parecen no saber lo que es una dieta liviana. Dan la misma comida a los enfermos que a los sanos, siempre el mismo tipo de plato abundante, grasiento, empapado en aceite de oliva.


Comedor
Cocina
Una mañana se anunció que los hombres de mi sala partirían ese mismo día hacia Barcelona. Logré enviar un telegrama a mi esposa, anunciándole mi llegada. Poco después nos metieron en varios autobuses y nos llevaron a la esta- clon. Cuando el tren ya había arrancado, el enfermero del hospital que viajaba con nosotros por casualidad nos informó de que no íbamos a Barcelona, sino a Tarragona. Supongo que el maquinista había cambiado de idea. «¡Típicamente español!», pensé. También fue muy español que aceptaran detener el tren para que yo pudiera enviar otro telegrama, y aún más español, que éste nunca llegara."


(1) Orwell no hablaba apenas, porque la bala le había atravesado la garganta.
Su mujer, Eileen, comunicó a los padres de Eric (George) su estado por telegrama.

El comandante Georges Koop emitió un informe completo sobre la lesión y hasta hay dibujo que la describe.


Ahí van: telegrama, informe y dibujo

Telegrama

“Eric slightly wounded progress excellent sends love no need for anxiety Eileen"

Informe

"Eric was wounded the 20th of May at 5 a.m. The bullet entered the neck just under the larynx, slightly at the left side of it’s vertical axis and went out at the dorsal right side of the neck’s base. It was a normal 7 mm bore, copper-plated Spanish Mauser bullet, shot from a distance of some 175 yards. At this range, it still had a velocity of some 600 feet per second and a cauterising temperature. Under the impact, Eric fell on his back. The hemorrhaging was insignificant.

After dressing at a first aid post some half a mile from the actual line, he was transferred to Barbastro and then to the Hospital of Lerida, where I saw him with Eileen some 50 hours after him having been wounded.

Eric’s general state was some sort of excellent; the temperature (taken in the left arm-pit) had never reached 37°C. Eric complained about his right arm aching from the shoulder down to the tip of the middle finger along a humero-cubital line and about a pain, according to himself severe but not unbearable, in the left side somwhere between the ultimate rib and the spleen. His voice was hoarse and feeble, but covering all the practical purposes of conversational speech. Breathing absolutely regular. Sense of humour untouched.

At the Hospital in Lerida, Eric only received an external treatment of his wound. After a couple of days, the dressing of the entrance wound could be dispensed with. He remained at this Hospital, under care of Dr. Farré, up to the 27th when he was transferred to Tarragona.

Dr. Farré told me on the 22d of May that no essential organ had been touched by some sort of unexplainable luck; he admitted that the pain in the arm might be produced by abrasion of one of the arm’s main nerves and that the pain in the left side was probably due to hitting the ground when falling from his tremendous height. He told me that there was nothing to fear about the basic wound"


Dibujo




George Kopp, escribió este informe el 31 de mayo de 1937. Cuando el informe se perdió, Kopp escribió otro igual, para el Dr. Laurence O’Shaughnessy, cuñado de Orwell, fechado en Barcelona el 10 de junio de 1937. Kopp ilustró el informe con un dibujo sobre el paso de la bala por la garganta de Orwell. Son los repruducidos arriba.

Nota: Los errores ortográficos y tipográficos no se han corregido.

 


Fuente de las imágenes:


Jardines del Hospital Real Academia de Medicina
Hospital provincial  Diputació de Lleida
Libro todocolección 


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